Sambingo, otro río que se va

Sambingo, otro río que se va 

Por: Roberto Ramírez

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 Es mucho lo que debo agradecerle a mis amigos por informarme acerca de desastres ecológicos y en pocas ocasiones de la manera como se recuperan cuencas, ríos y humedales, manglares y lagunas. 

El río Sambingo, en el Cauca, se une al Patía, y creaba una epopeya hídrica y colorida. En diciembre de 2014, este río nunca apacible, jamás seco, se desbordó dejando para el recuerdo una navidad llena de dolores: 5 muertos, ocho desaparecidos, 47 casas averiadas, 8 puentes arrasados fue el saldo final.

Hoy, la minería ilegal y el fenómeno del Niño, además de la deforestación, dejan como saldo otro río que se va; seco y en carne viva, mostrando gredas y suelos rojos. La vista aérea es desoladora, tiene visos de paisaje lunar. Una acción de las fuerzas militares en apariencia neutralizó a los mineros.

Me temo que no estoy de acuerdo con nada de lo que sucede. La ausencia por años del Estado, es la primera causante de este desastre. Árboles gigantescos de maderas preciosas e irrepetibles sirvieron inicialmente a algunos leñadores que mal vendieron la madera; luego llegaron los mineros; la ganancia del mandamás según la prensa, es de $3’000 millones al mes, seguramente el ejército llegó para atajar la explotación, de lo menos valioso de todo: el oro.

 

¿Cuándo entenderemos que la nuez del problema es cuidar el entorno? Permitiendo que las aguas bajen libres y alegres, entendiendo que la merced del río es amplia y caprichosa y que cada vez las estadísticas nos sirven menos para anticipar hasta dónde se desbordarán las aguas. Reconocer que el río se expanda asegura disminuir los desastres, los apacigua, consintiendo que deposite su limo para que las tierras sean fértiles no de manera eventual sino permanente.

El Sambingo no es el primer río que desaparece, es el último del mes de enero. Lo verdaderamente grave es que no será el último.

La falta de información idiotiza, el exceso deshumaniza, hoy tenemos tanta que somos una especie de minerales, de la información no entendida. ¿De qué sirve respirar, si lo respirado son residuos de la arrogancia humana?

Hasta que nos sequemos, el ser humano no va a ser capaz de entender que todo estaba en sus manos y nada hizo. La dependencia que tenemos de modelos de liderazgo que desde que hablan definen ruina, es la que nos lleva a olvidar responsabilidades.

Seguiré trabajando para los que se quedarán sufriendo el cambio climático en detalle, no en escritos.

Roberto Ramírez