CÚCUTA Y EL DÍA INTERNACIONAL DE LOS HUMEDALES - RAMSAR

Por

Alejandro Guerrero Laverde

Biólogo

Lo que escapa a los ojos ... es una especie mucho más insidiosa de extinción:
la extinción de las interacciones ecológicas.
Daniel H Janzen.
Ecólogo y entómologo estadounidense - Smithsonian Tropical Research.

La Ecología es una ciencia relativamente nueva, aunque el hombre primitivo iba develando sus misterios durante milenios a través de la simple observación, solo con el análisis metódico del método científico se comenzó a estructurar conceptos, definiciones y procesos, lo que le permitió a la ecología trasegar el camino hacia la ciencia y ser considerada como tal, tan solo en 1869 el filósofo y naturalista alemán Ernst Haeckel acuñó el término ecología.

Pero no es una ciencia por sí sola, como una gran torta la ecología para trascender y confirmar las observaciones encontradas se vio en la necesidad de echar mano de otras ciencias, fue así que por medio de la matemática, la física, la química, ahora de la antropología y hasta de la astronomía es como los ecólogos han podido a través de análisis sucesivos ir completando ese inmenso e infinito rompecabezas, pero están lejos aún de terminarlo. No, no ha terminado, solo se conoce su estructura básica, aún existen muchas lagunas y agujeros negros, las constantes revisiones son la cotidianidad en el mundo del ecólogo.

Infortunadamente, los procesos ecológicos trascienden en su mayoría la vida humana, pero además, algunos, la mayoría, no son observables a simple ojo, no, la ecología se construye a través de pequeñas y minuciosas sutilezas que la mayoría de los seres humanos, atafagados en su cotidianidad no les da importancia, pero que su acontecer le permite a los seres humanos vivir con confortabilidad.

“La vida hizo al planeta confortable para la vida”, Ramón Margalef.

La historia evolutiva de cada especie, de cada elemento viviente, planta y animal –del hombre por supuesto-, está compuesta de sucesivas variaciones y transformaciones que sin duda se convirtieron en la esencia de la vida. Un organismo cualquiera no se adaptó en un día, sus trasformaciones estructurales de su anatomía, de su fisiología no fue un hecho de horas, ni de días, tampoco de meses, tomaron decenas, cientos, miles de años en manifestarse y ocurrieron en virtud de la necesidad que el ambiente les exigía; huesos, ojos, olores, sabores, tamaño de los órganos, todo fue derivando de una necesidad orgánica de adaptarse con eficiencia al medio en donde vivían, al medio en donde transcurría su ciclo biológico y una vez alcanzada esa adaptación, ese sitio se convirtió en su nicho, en el área en donde actuar, su rol, y si eran, si lograron ser eficientes, la dispersión los llevo a migrar buscando por lo general una mayor oferta alimenticia, esa fue la historia de los insectos acuáticos, cuyo ciclo biológico se desarrolla en el agua, en algún momento tuvieron la información que había más alimentos en la superficie y todo en su anatomía comenzó a cambiar, a ser modificado para emigrar del agua al medio terrestre; coleópteros, moscas, zancudos, libélulas y muchos otros alcanzaron ese cambio y lo lograron con total éxito, pero mantuvieron su estadio como insectos incompletos viviendo en el agua porque durante esa fase eran muy susceptibles a ser depredados y el agua les daba esa seguridad de sobrevivir en esa etapa, solo cuando su propio reloj biológico se los indica, el proceso para lograr la madurez termina, se inicia la metamorfosis y nace un insecto nuevo en todo sentido, con la capacidad de vivir con todo éxito sobre la superficie terrestre. Los insectos son la base de la pirámide alimenticia, su biomasa es inmensa, muy superior a la nuestra, estamos los seres humanos en la punta de la pirámide gracias a ellos.

El hombre, ese ser definido por el biólogo y ecólogo francés Pierre Paul Grassé como “Ese Pequeño Dios en Miniatura” ha logrado a través de su proceso evolutivo el máximo desarrollo del cerebro, alcanzando ser la especie dominante sobre el planeta y por esa misma razón, cree arrogante y arbitrariamente, que somos una especie escogida por los dioses y en su infinito egoísmo de la mano vino también la capacidad de alterar todo su entorno, en ocasiones debido a la necesidad, la mayoría para hacerle honor a su egocentrismo o por el solo hecho de llenarse los bolsillos o sus cuentas bancarias de dinero, en virtud de lo uno o de lo otro, tiene de la mano de los alcances tecnológicos la capacidad de alterar en días lo que la naturaleza le ha tomado milenios en concretar. En ocasiones se realizan transformaciones buscando un fin común y años después tienen que reversar lo iniciado para copiar a la naturaleza y dejarle continuar con su trabajo.

El valle de Cúcuta se halla inmerso en un ambiente subxerofítico, con un balance hídrico deficitario, es mayor la temporada de sequía, el verano que la época de lluvias, el agua para los seres que la necesitan para sobrevivir en la naturaleza es escasa, entonces, tanto plantas como animales durante milenos se han adaptado a esas circunstancias climáticas. Para las plantas se ha estructurado un gradiente de humedad, más cerca al río Pamplonita se encuentran la plantas que más necesidad de agua tienen, se van alejando del río y de su cuenca endorreica especies mejor adaptadas a la deficiencia de agua, no es un evento gratis, para poder hacerlo, hubo transformaciones, cambios imperceptibles al ojo humano, uno de los más notables fue la transformación de hojas por espinas, por eso en el Valle de Cúcuta se observan con facilidad elementos espinosos.

Cuando el hombre, en su infinita ignorancia, decide alterar el entorno, modificar su medio, lo hace basado en una buena intención, pero desconoce los efectos que su buena intención puede generar, tanto por las buenas o como por la malas, esas modificaciones generan un impacto en la ecología. Lo ambiental es la herramienta para solucionar los impactos negativos, pero los impactos ecológicos tardan mucho en ser reconocidos y esos son mucho más relevantes y trascendentes, porque por lo general interrumpen procesos vitales que el ojo y el conocimiento humano no alcanzan a ver y que en ocasiones, se niegan a ver.

En un ambiente subxerofítico, la construcción de excavaciones sobre el suelo que luego rellena de agua crea un ambiente a los ojos agradable, es bonito de ver, se contempla la capacidad del ingenio humano para construir cosas y ambientes hermosos. Con una particularidad que el hombre no ve: esa obra que no existía comienza a generar pequeños cambios en los ciclos biológicos de las especies que allí interactúan, que no son observables, pero no por eso no quiere decir que no estén ocurriendo. Esa nueva oferta de agua, en un sitio que no existía, genera un nuevo inicio para la naturaleza, imperceptible, si, importante, también, solo que en el mundo de las sutilezas el ser humano no ha acabado de evolucionar y no las ve o se niega a verlas. A esos nuevos cuerpos de agua van llegando miles de seres vivos, plantas y animales que colonizan el nuevo espacio, la nueva fuente de vida, la lagunita que no existía, así algas, huevos de insectos, huevas de peces, semillas anemocóricas –transportadas por los vientos-, llegan a un ambiente propicio y allí generan tanto un nuevo hábitat como un nuevo nicho funcional. El impacto de los cambios generados por el hombre, no alcanza a ser medible por el ingeniero o por el arquitecto, no es su ciencia observar lo que consideran absurdo, no fueron formados para eso, lo suyo es generar “progreso” riqueza, esas minucias relacionadas con la naturaleza y la ecología son despreciables y en su desconocimiento de cómo funciona la ecología, caen en la burla basada en el desconocimiento y a través de ellas expresan su propia ignorancia. Es el mecanismo preferido, la expresión favorita de quien defiende el objeto que le causará riqueza. Lo demás carece de importancia y es banalizado a través de la ironía de su propia ignorancia; cuando confrontan a un experto no pueden balbucear, ni contrargumentar con hechos diferentes a la mamadera de gallo, algo tan común para el cucuteño.

El gallo cucuteño da para todo, también para destruir sueños.

Al realizarse modificaciones, al construir esas pequeñas lagunas se generó toda una dinámica ecológica que no existía, que es nueva y la razón principal por la que la Convención de Ramsar incluye a los humedales artificiales como humedales, es esa. Con el pasar de los años, su importancia se acrecienta para las especies que se apropiaron de ese nicho, pero también se ha hecho importante a los ojos de aquellos seres humanos que se acostumbraron a disfrutar de ese espejo de agua día tras día, es un impacto paisajístico positivo. En el nombre del progreso, del entendido y limitado progreso de hacer dinero para "mí", el hombre irreflexivamente acaba con lo que disfruta, con lo que le produce tranquilidad, serenidad, placer, termina acabando con lo que más quiere y lo hace por dinero; llevamos dentro de nosotros el germen de nuestra propia destrucción.

Sorprende también, leer a un director de la autoridad regional en lo ambiental declarar tajantemente tantas contradicciones y confusiones, uno lo entiende, es un advenedizo que llegó de la mano de una imposición política y que por los años que lleva allí algo ha venido conociendo, pero no es un experto y para ese "experto" en sus declaraciones solo afloran confusiones, al tema me referiré en otro escrito, él se lo merece, por confuso.

Este biólogo y ecólogo y muchas personas más, disfrutaría por decenios mucho más del verde y de las lagunas de los campos de Golf del Club Tenis que de una hermosa obra arquitectónica cualquiera por faraónica que sea, jamás reemplazará el color verde, el perfil de los árboles, la oportunidad de ver a un toche, o a un cardenal o azulejo perchados en ellos, a la iguana asoleándose sobre una rama, nada relativo –que se refiere a esa belleza-, podrá ser cambiado por un muro de edificios, ni aun diseñados por el mismo Le Corbusier o Salmona, la transformación será total y radical en detrimento de la naturaleza.

El beneficio, sí, para unos pocos, para los constructores, sin duda, se embolsarán miles de millones y se irán; algunos “altruistas” llenarán sus cuentas corrientes con cientos de millones, una minoría selecta sonreirá con la bonanza temporal, la gran mayoría de los cucuteños, los egoístas –como nos llamó el director de la CENS- perderán el verde, el perfil de árboles y unos espejos de agua considerados por los promotores de este embeleco progresista como unas albercas sin importancia.

Alejandro Guerrero Laverde.